Después de algunas semanas sin publicar nada, hoy quiero compartiros un pequeño fragmento de mi primera novela: "Sara es nombre de Princesa". El texto pertenece al primer capítulo.
Indolente, abandonó su diario y su viejo
bolígrafo roído, sobre la mesilla, y se acercó hasta la ventana para cerrar las
hojas de aluminio, de un golpe. De repente, sintió el recorrido de un insólito
escalofrío por toda la médula espinal. La noche había caído, y hasta donde la
vista le alcanzaba todo estaba apacible y oscuro. Pero con su llegada, también
había hecho acto de presencia, el frío. La temperatura que acompañaba a la
estación primaveral de mediados de mayo. Con distracción, se apartó un díscolo
mechón de su frente y lo recogió tras la oreja. Suspiró resignada y se apresuró
escaleras abajo. Su familia no tenía la culpa de su apatía, y habían preparado
ilusionados la celebración de su decimosexto cumpleaños. Mientras bajaba los
peldaños escuchó sus susurros: ¡Shhh! Que
ya baja. ¡Preparaos!
Llenó sus pulmones de aire, estiró con
sus manos, su rubia cola de caballo, y se dibujó una enorme sonrisa en el
rostro. Bajó hasta el rellano de la escalera y, observó que el salón permanecía
en penumbra. Aquello no era nada sorpresivo, y el simple hecho de recordar como
año tras año se repetía el mismo ritual, hizo que su sonrisa se viera menos
fingida, imaginándolos expectantes, y a la espera de su llegada, ocultos en la
oscuridad de la enorme sala decorada con globos de colores, que sus mismos padres se
habrían encargado de inflar en secreto, aunque con la inestimable colaboración
del personal de servicio. Estaba segura, de que tampoco faltaría el eterno
cartel de “Feliz Cumpleaños”, que luciría, sobre la chimenea. El dulce recuerdo de los
festejos de su más tierna infancia, la invadieron, desarmándola, y cuándo al
fin entró en el salón, y las luces se encendieron, les mostró su sonrisa más
sincera.
-¡Felicidades hija! Gritaron al unísono sus padres. Mientras Hugo la miraba
con cara de sumisión y hastío, aburrido por lo que, de seguro, él consideraba
una celebración ñoña. Presuroso su padre se acercó hasta la gran mesa de
comedor, y le mostró encendidas las dieciséis velas de la rica tarta de nata y
trufa, (su favorita), que tendría que soplar este año. Una chocante felicidad
la invadió, y obediente cumplió con el ceremonial, y apuró todo el aire de sus
pulmones al apagar las velas. Sus padres aplaudieron cuándo terminó de hacerlo
y la besaron, y estrujaron, exuberantes mientras que su hermano, se limitaba a
sonreír divertido, al ver como era espachurrada, sin ninguna indulgencia. La
muchacha le observó entre la contrariedad y la añoranza. Ya no quedaba casi
nada de aquél niño, que se deshacía en carantoñas con sus padres y hermana.
Luego vinieron los regalos. No se trataba
de la última video consola, ni tampoco de el más actual de los Ipad’s, ni tan
siquiera del más novedoso de los celulares. Cualquier joven hubiera dado lo que
fuera por tenerlos. Ella no. Sus padres les habían educado para ser prácticos.
Para que supieran valorar lo que tenían, por lo que realmente valía. Ellos venían de
familias de clase media. Jamás les había faltado la comida, pero tampoco les
había sobrado, y habían querido que sus hijos desde muy pequeños, tuvieran los
regalos justos y necesarios. Ni uno más. No querían que acabaran
convirtiéndose, en unos caprichosos y necios niños ricos.
Su padre que ya pintaba canas, en sendas
patillas, algo nervioso, depositó entre sus manos, un pequeño paquete envuelto
con finura en papel de regalo. Lo abrió, ávida y descubrió un magnífico
ejemplar de “El Quijote[i]”. Una edición de lujo, sin duda alguna, desgastada por el
uso y el tiempo.
-Espero que te guste Sally.. Cuando
cumplí los dieciséis años mi padre, tu abuelo, me regaló este volumen. Él, a su
vez también lo había heredado de su padre. Ahora quiero que lo tengas tú.
La joven abrió sus enormes ojos azules, de par en par, sorprendida, y dijo con la voz entrecortada por la emoción: -Pero... papá no puedo aceptarlo es tuyo, y debe tener un gran valor sentimental para ti.
El hombre sonrió con ternura, y varias arruguitas, se le formaron alrededor de los azulinos ojos. El mismo color de iris, que había heredado su hija. Ufano, le respondió: -Y así es. Pero he pensado, ¿Quién mejor que mi hija para heredarlo? Amas la literatura tanto como yo. Sé que lo cuidarás muy bien.
Conmovida sus ojos se llenaron de
lágrimas y balbuceó: -Pero… papá…
-Nada de peros –apostilló el hombre- ¿Recuerdas
cuando tenías siete años? Te sentabas sobre mis piernas, para que te leyera las
hazañas del hidalgo caballero. ¿Quién mejor que tú, para tenerlo? Pero eso
sí... con una condición. –le guiñó
un ojo cómplice- Que me dejarás releerlo cuándo te
lo pida.
Las lágrimas se mezclaron con la risa, y la rubia muchacha asintió con la mirada feliz. Se puso de puntillas, y besó la rasposa mejilla de su padre, a la vez que musitaba en su oído: -¡Gracias, papá! El hombre le devolvió una acuosa mirada aquiescente.
[i] Don Quijote de la
Mancha Es una novela escrita por el español Miguel de Cervantes
Saavedra. Publicada su primera parte con el
título de El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha a
comienzos de 1605, es una de las obras
más destacadas de la literatura española y
la literatura universal, y una de las más traducidas. En 1615 apareció la segunda parte del Quijote de Cervantes con el título de El ingenioso caballero don Quijote
de la Mancha.
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